domingo, 28 de octubre de 2007

El obsceno maridaje entre ladrillo y política

No es que uno se vaya a sorprender a estas alturas de la película. Son bien conocidos los múltiples casos de corrupción, política y empresarial, relacionados con el mundo de la construcción y la promoción inmobiliaria. Marbella es, en nuestro país, el caso más emblemático, pero son muchos más los que se conocen, y por millares los que forman parte del saber general, aunque no hayan saltado mediática o judicialmente a la luz pública. De otra forma no se puede comprender el expolio brutal del patrimonio costero y natural que hemos sufrido durante las últimas décadas.
Pero no por sabido deja de impresionarte cuando te topas de narices, durante toda una semana, con la relación entre ladrillo y política. Y no es tanto por lo que hayas visto, como por lo que se intuye.
Viene esto a cuento porque durante mi estancia en Lleida, con motivo de la Feria Municipalia, anunciada como de equipamientos y servicios a las administraciones municipales, nuestro pequeño stand estaba justo enfrente de uno de los mayores stands del certamen, perteneciente a una empresa constructora que, además, ofrecía servicios como los de limpieza viaria, clausura de vertederos, recogida de basuras, etc.
El trajín en ese stand ha sido incesante. Risas y apretones de manos; gente guapa y engominada a todas horas, con triunfita incluida el primer día como invitada estelar; comitivas enteras de autoridades gobernantes y de políticos con aspiración a ser califas en lugar del califa. El lema parecía ser que no falte de ná, y así siempre había una oportuna bandejita de dulces para acompañar el café matinal; sus platitos de queso, jamón y trozos de coca de recapte para agasajar a los visitantes selectos que se acercaban a la hora del aperitivo y, como no, menudeaban los taponazos de cava (cosa que por cierto le sienta muy mal a esta magnífica bebida) al abrir las botellas con las que después colmar las copas para brindar por el futuro de unas buenas relaciones y unos buenos resultados económicos.
¿Había algo malo en todo ello?. En principio no, pero algo atufaba a raro en aquél decorado de cartón piedra.

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