martes, 22 de enero de 2008

Libros: el placer del olor y del tacto

Reconozco las inmensas posibilidades que nos ofrecen las nuevas tecnologías e Internet. Buena prueba de ello es precisamente este blog, que me ha permitido matar de algún modo el gusanillo periodístico que llevo dentro y que ahora mismo no se está expresando profesionalmente.
Pese a ello, y a los vaticinios que auguraban la desaparición casi inmediata de prensa escrita y libros con la generalización del uso de las nuevas herramientas informáticas y de la red de redes, la verdad es que hay algunos pequeños placeres que la era digital no es capaz, por ahora, de ofrecerte. Me refiero a esas sensaciones que uno tiene con un libro en las manos, pasando sus hojas, con las que incluso puedes cortarte, sopesándolo, escuchándolo y oliendo esa mezcla de aromas que van desde la tinta del libro recién impreso, hasta la humedad y el ligero enmohecimiento de libros más antiguos almacenados en sótanos.
En las últimas fechas he podido disfrutar especialmente de estas sensaciones gracias a un regalo y a una adquisición.
El primero ha sido un ejemplar de la magnífica reedición que ha hecho Norma de la obra de Hugo Pratt con la que comienza la saga de su personaje más emblemático, Corto Maltés. Estamos hablando de La Balada del Mar Salado, que se presenta como un libro de gran formato(41 cms de altura) que reproduce las páginas originales tal y como fueron concebidas y dibujadas por el autor.
El segundo responde a un pequeño capricho de mi propia memoria personal. Hace poco días, caminando por el Ensanche de Barcelona, en tránsito de una reunión a otra, pasé por una zona en la que abundan las librerías de viejo. De repente me vino al recuerdo el libro que más veces he leído en mi vida, una novela de Julio Verne, que no se cuenta precisamente entre las más conocidas: Las historias de Cabidoulin. Las aventuras de este viejo marinero enrolado en un ballenero inglés me fascinaron en mi infancia, hasta el punto de llegar a leerme el libro una docena de veces. Pues bien, tras un primer intento fallido, a la segunda fue la vencida, y allí estaba un viejo ejemplar de 1960, de la colección de Editorial Molino en la que se publicaron todas las obras de Julio Verne y de otros dos clásicos de la literatura de aventuras juvenil, como Karl May y Emilio Salgari.
Su olor algo mohoso, sus páginas amarillentas, sus coloristas portada y sobrecubiertas, me trasladaron inmediatamente a aquellas sensaciones de mi niñez, cuando mi imaginación todavía no había sido domeñada por la realidad de la vida.

2 comentarios:

V de Veleta dijo...

Hablando de libros y de Hugo Pratt, el catálogo de la exposición que le han montado en Italia "Corto Maltese, litérature dessinée" es otra joyita.
Y "Recuerdos y opiniones" De Crumb y Peter Poplaski tal cual, además con un cd con canciones de los diferentes grupos de Crumb.
Tanto libro y tan poco dinero...

Fco. Javier M. Romagueras dijo...

Y que lo digas "v". Entrar en una librería es para ponerse malo. Uno no sabe ni por dónde empezar y se llevaría una montaña de ejemplares, pero ... el dinero es el que hay y no da para más.