viernes, 27 de marzo de 2009

Homo detritus

Hace días que tenía ganas de escribir este comentario, pero no acababa de dar con el título adecuado. Hasta que ayer, bromeando con José María Lama sobre el asunto, dimos con la tecla: Homo detritus. El caso es que cada vez estoy más convencido de que si en algo se diferencia el hombre del animal, es en la capacidad infinita que tenemos para generar residuos. Vayamos donde vayamos, siempre hallaremos restos de la presencia humana. Ya podemos estar en el lugar más recóndito del planeta que, por una vía u otra, habrá basura inorgánica, no degradable, contaminante. En el Himalaya, en la zona en la que las expediciones montan sus campos base, se procede periódicamente a la retirada de toneladas de basura. En África, la relativamente pequeña capacidad para producir basura se combina con la casi total inexistencia de sistemas para su eliminación, generando enormes zonas de contaminación residual. Si hablamos de nuestro pequeño microcosmos casero, qué decir de la cantidad de bolsas de plástico, envases de todo tipo, botellas, cartones, briks, etc., que somos capaces de reunir en un solo día. Y si nos situamos en nuestras ciudades, sólo hace falta darse una vuelta por ellas para ver la cantidad de basura y restos de todo tipo que se acumulan dentro y fuera de los contenedores, en los descampados, en cualquier esquina, etc. Restos orgánicos, inorgánicos, utensilios rotos, restos de obras, accesorios de vehículos, mobiliario y un largo etcétera. Lo dicho, somos una inagotable fuente de generación de residuos. Y si no, que se lo pregunten al romántico Wall-E, el robot compactador de basuras, que me hizo volver de nuevo a mi reflexión viéndole en su inagotable esfuerzo por clasificar y ordenar un mundo convertido en vertedero.

sábado, 21 de marzo de 2009

Ángel Campos, Lisboa y Alain Tanner

Anoche acudí a la Biblioteca Regional de Extremadura, en la Alcazaba de Badajoz, para asistir al acto de homenaje al poeta, traductor y profesor Ángel Campos Pámpano, prematuramente desaparecido en noviembre del año pasado.
Como dijo uno de los participantes, casi nunca tanta gente se había dado cita en torno a la poesía en esta ciudad.
Mi relación con Ángel Campos fue fugaz, reduciéndose a algunas reuniones en los momentos iniciales de la Asociación Cultural Extremeño Alentejana y algunos encuentros ocasionales con motivo de alguno de los muchos actos relacionados con Portugal a los que he asistido profesionalmente, tanto en Extremadura, como en Lisboa.
Y sin embargo, Ángel es una presencia habitual en mi imaginario a partir de esas extrañas conexiones que a veces uno establece entre las cosas.
Esa conexión tiene en su eje a Lisboa, una de las ciudades más fascinantes que conozco, a la que siempre me gusta regresar y a la que estará siempre asociada la figura de Ángel. Igual que, para mí, lo está uno de mis directores de cine preferidos, el suizo Alain Tanner.
El cineasta suizo rodó en 1982 y estrenó en 1983 En la ciudad blanca, un fascinante ejercicio de interiorización y enamoramiento por Lisboa. Un cine de otra época, poético, con tiempo para los detalles. Un cine que se hermana con la poesía de Ángel, con su propia La ciudad blanca, que también arranca en 1983.
Son pequeños detalles, pero que para mí establecen de forma permanente esa relación triangular: Ángel Campos, Lisboa y Alain Tanner.

sábado, 14 de marzo de 2009

Pedalada 2009: 139 km por La Vera y el Campo Arañuelo

Por sexto año consecutivo un grupo de amigos se han desplazado desde Barcelona a Extremadura para pasar un fin de semana ciclista conmigo. Este año hemos batido records y hemos sido cinco en total: Pep Morell y Josep Serra, que han venido por primera vez; Lluis Cuevas, que repite después de haber venido hace tres años, cuando la mítica ascensión al Puerto de Honduras nevando; y Rafa Vallbona, amigo de toda la vida, que todos los años acude a la cita y que hace de prescriptor de la Pedalada entre sus amistades ciclistas.
La jornada ha estado acompañada por un tiempo magnífico, incluso algo nueblado por momentos, lo que nos ha permitido hacer toda la primera parte de la etapa sin excesivo calor.
Hemos salido desde Navalmoral de la Mata, habitual punto de encuentro y concentración, hacia las 9.30 horas, una vez solventadas algunas pequeñas cuestiones técnicas en mi bicicleta (y eso que ayer la recogí del taller parqa que estuviera a punto).
Para abrir bloca y entrar un poco en calor, hemos empezado la ruta yendo hasta Belvís de Monroy. Desde allí hacia Saucedilla, Casatejada y el cruce de la carretera de Navalmoral a Jaraíz, donde nos hemos desviado hasta buscar el enlace hacia Jarandilla por las Cuestas de Torreseca. Ahí es donde han empezado las dificultades, que han continuado cuando hemos hecho la subida hasta el Guijo de Santa Bárbara que con sus 870 metros de altitud ha sido el punto más elevado de la ruta.
Después bajada de nuevo hasta Jarandilla, por la otra carretera, y alto en el camino para reponer fuerzas.
Hacia las tres de la tarde hemos emprendido de nuevo la marcha y, como suele ser habitual, después de comer algo cuesta volver a coger el ritmo. Hemos pasado por Losar de la Vera y la Garganta de Cuartos, hemos subido hasta Viandar y Talaveruela de la Vera, hemos iniciado el regreso por la carretera de la Confederación Hidrográfica del Tajo que lleva desde Valverde hasta Barquilla de Pinares y de allí, por Tietar y Rosalejo, hasta Navalmoral. Los últimos 18 kilómetros han sido los más pesados, con interminables rectas que se hacían muy pastosas en terminología ciclista.
Hacia las seis de la tarde hemos acabado la ruta, tras unos 139 kilómetros de recorrido.
Ha sido una experiencia, como siempre, sumamente agradable. Haciendo ejercicio al tiempo que disfrutamos de nuestra amistad.
Y los paisajes totalmente cambiantes, desde la dehesa, hasta los bosques de robles y castaños camino del Guijo, sin olvidarnos de las zonas de sotobosque, los matorrales, la retama, las jaras y el brezo en flor. Y en cuanto a paisajes, qué decir del impresionante espectáculo de Gredos, que aún mantiene sus buenos neveros.
Ahora descansar, una cena de calidad en La Abadía de Cuacos de Yuste y mañana una etapita dde 60 km como despedida.
Por último agradecer a un compañero, Marcos Ortíz, que haya hecho su aportación artística diseñando el logotipo que hemos lucido en los maillots que he preparado para la ocasión.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Viaje de ida y vuelta a la miseria

Una de las noticias que hoy ha ocupado espacio en los medios de comunicación me ha sobrecogido de manera especial: dos de los protagonistas infantiles, un niño y una niña, de la oscarizada Slumdog Millionaire están viviendo un auténtico trauma en el regreso a su miserable hogar en Bombay. Este hecho me lleva a la reflexión de cómo Occidente, o por ser más estricto, los países opulentos, siguen jugando con una doble moral. Por un lado muestran permanentemente sus riquezas, sus lujos caprichosos, su consumo desmedido. Por otro, rechazan sistemáticamente cualquier posibilidad real (no declarativa) de renunciar a parte de sus prebendas en beneficio de los países más necesitados.
A veces ese choque se produce como consecuencia de acciones absolutamente bienintencionadas, en las que personas de países depauperados tienen la oportunidad, por unos días, de estar en algún lugar del llamado primer mundo para recibir cuidados médicos, sanitarios, sociales, o acceder temporalmente a estudios y formación.
Pero otras veces, ese choque puede ser el fruto de un mal cálculo, como creo que es el que se produce en este caso.
Unos pequeños son extraídos temporalmente de su entorno de miseria, para convertirse en actores de una película extranjera, británica en este caso. Durante este período comen regularmente, son atendidos y cuidados, duermen en una cama (un lujo auténticamente desconocido para ellos), viajan, etc. Es más, llegan al cénit del glamour y la lentejuela, a Hollywood: hoteles de lujo, ropas carísimas, flashes, alfombras rojas, comida por doquier, etc.
Y, de repente, todo eso acaba y vuelven a su rastrero e inmundo destino, a su suelo para dormir, a los excrementos rodeándoles por todas partes, a su invalidez como seres humanos. E intentan rebelarse, obteniendo como recompensa una paliza paterna por no querer atender a un periodista que iba a pagar dinero por una entrevista.
Teniendo en cuenta que los productores de la cinta algún beneficio económico obtendrán, sobre todo después de la lluvia de galardones que han recibido, ¿no habría sido razonable que hubieran hecho algo más para mitigar la situación de estos pequeños y sus familias?.
Ya sé que con ese pequeño gesto no se resuelve el problema de las desigualdades, ni la miseria de millones de personas en países como la India y otros muchos. Pero por lo menos, en un caso concreto, no se habría reproducido el viejo esquema de aprovechamiento de Occidente, ni se habría contribuído a arruinar, aún más, la vida de estos niños.