domingo, 19 de diciembre de 2010

Crónicas birmanas

La antigua Birmania (la actual Myanmar, según la nueva denominación implantada por la junta militar) es un país del que nos llega poca información, más allá de la reciente puesta en libertad de la Premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, o las revueltas protagonizadas por los monjes budistas, en años como 2007 o el presente 2010. Es uno de los países más opacos, secretos y aislados del mundo.
Sin embargo gracias a la historieta he conseguido aproximarme un poco a algunas de sus particularidades y al quehacer cotodiano de sus gentes. Ha sido a través del libro Crónicas birmanas, del autor canadiense Guy Delisle, afincado desde 1991 en la localidad francesa de Montpellier.
Delisle realiza en esta obra, editada por Astiberri en 2008, la crónica dibujada de su estancia de un año en Birmania, acompañando a su compañera sentimental, miembro de Médicos Sin Fronteras. A lo largo de 264 páginas desgrana las distintas peripecias vividas, desde la llegada al país, su vida cotidiana, la relación con otros expatriados que también están allí para realizar labores humanitarias, sus clases de animación a dibujantes birmanos, las absurdas normas impuestas por el régimen dictatorial, los esfuerzos de la gente por llevar una vida lo más satisfactoria posible, las profundas contradicciones internas entre los posicionamientos teóricos y la práctica cotidiana de los occidentales en países como Birmania, etc.
Con un dibujo sencillo y esquemático, pero muy efectivo para el objeto que se propone, Delisle articula su libro en pequeños capítulos, que pueden ocupar desde una sola página, a cuatro, cinco o seis, en los que va recogiendo muchos de los aspectos de su estancia, al hilo de la propia actualidad política y social del país: Documentación in situ, arquitectura en zona tropical, PC, en el Club Australiano, la estación de las lluvias ha llegado de golpe, los pájaros, desmonetización, etc.
Por otra parte, el trabajo de Delisle se alinea con una de las corrientes más interesantes de la historieta actual, que la acerca de hecho a la crónica o el reportaje periodístico. Una línea a la que pertenecen obras como las de Joe Sacco, con sus trabajos sobre la franja de Gaza, Sarajevo o Gorazde, o Manu Larcenet, con sus Combate Cotidianos. Podríamos decir que se trata de una nueva versión periodística, pero realizada en viñetas, una especie de reporterismo dibujado que se olvida de la ficción y trata de mostrarnos una realidad que, muchas veces, no nos llega por otros medios.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Madrid a pie: Madrid con otros ojos


Son muchas las veces que he ido a Madrid, la mayoría por razones de trabajo. La experiencia, salvo momentos puntuales, no había resultado excesivamente satisfactoria: atascos, prisas, estrés, sensación de vorágine y la impresión de estar en una ciudad inhóspita e incómoda.
Sin embargo, como me suele suceder casi siempre, mi percepción sobre la ciudad ha cambiado en cuanto he tenido unos días para conocerla a pie de calle, para caminarla con tranquilidad (relativa, porque el gentío ha sido uno de los pocos puntos incómodos). Con motivo del puente de la Constitución he pasado cuatro días de turismo en Madrid, junto a mi mujer Lourdes y mi hija Silvia. Ha sido una magnífica experiencia, en la que sobre todos nos hemos dedicado a pasear por el centro de la ciudad, en la zona comprendida entre el Palacio Real y Atocha, y hasta el barrio de Salamanca; a dar una pequeña vuelta al mundo gastronómica, comiendo en restaurantes japoneses, italo-argentinos, hindúes, y tomando algunas tapas, callos incluídos, en el bar de Paco Roncero, Estado Puro.
Me han servido estos días para descubrir, o redescubrir, rincones y lugares del Madrid de los Austrias en los que nunca me había fijado con detalle, siempre preocupado por llegar a la hora a una reunión, por coger el próximo metro, o por que no me cerrasen algún establecimiento concreto. Por ejemplo me ha llamado mucho la atención la restauración del Mercado de San Miguel, justo al lado de la Plaza Mayor, aunque no pudiera disfrutar plenamente de su concepto y contenidos debido a la ingente cantidad de público que había.
Como no podía ser menos, también dedicamos un tiempo a la cultura, en este caso a la visita de los museos del Prado y Thyssen, a los que nunca habíamos ido con Silvia.
En este aspecto concreto debo decir que la experiencia ha sido algo agridulce: regular en el Prado y buena en el Thyssen.
En el primer caso llevábamos las entradas compradas por internet, como solemos hacer siempre que vamos de viaje, pero a diferencia de lo que nos ha ocurrido en otros museos europeos como el Louvre o la Galeria de los Uffizi, tuvimos que hacer más de media hora larga de cola para poder canjear la reserva digital por la entrada física y poder acceder al museo. Eso ya nos predispuso negativamente de cara a la visita y, aunque disfrutamos mucho de algunas obras en concreto, como las pinturas negras de Goya, que Silvia tenía mucho interés en ver con detalle porque había hecho un trabajo sobre el pintor aragonés; la sensación que nos llevamos fue un poco caótica y de desorden en la disposición de la colección (aunque igual es una opinión sacrílega desde un punto de vista museístico). Lo que sí nos resultó muy espectacular es la reconstrucción del claustro de los Jerónimos, llevada a cabo por Moneo con motivo de las obras de ampliación del Prado. Sobre todo nos llamó la atención el carácter exento de la misma.
En cuanto al Thyssen, más allá de que no tuvimos que hacer cola de ningún tipo (parecía que todo el mundo estaba en la cola para visitar el Congreso de los Diputados), y de su colección permanente, que ya conocíamos, lo que más nos sorprendió fue el alcance, magnitud y variedad de la colección de Carmen Cervera. Pensábamos que sería una muestra importante, pero ni mucho menos con la cantidad y calidad de obras que la componen, en la que no faltan practicamente ni uno solo de los grandes nombres de la pintura, sobre todo contemporánea.
En fin, que mi punto de vista sobre Madrid ha cambiado de forma sustancial. Tras estos días he dejado de parecerme una ciudad hostil y he conseguido aprehenderla un poco más. Todo será que la semana que viene, cuando vuelva por razones de trabajo, no sepa dónde dejar el coche, me peguen una clavada si lo meto en el parking, me encuentre envuelto en el atasco de todos los días y tenga que comer comida plastificada, vuela a pensar que Madrid me mata.

lunes, 22 de noviembre de 2010

La Caja Negra se estrena en Extremadura con el documental Spitzberg

http://vimeo.com/15059790

La productora audiovisual La Caja Negra debuta en Extremadura mediante el documental Spitzberg
, en el que recuperan la historia de la 1ª Expedición Polar Extremeña que en 1980 llegó a esta isla del archipiélago noruego de las Svalbard, puerta de entrada al oceáno glaciar Ártico.Miriam Soms, guionista y directora de este trabajo, junto a Víctor Sarabia, realizador del mismo, son dos jóvenes de mi pueblo, Premià de Mar, que 22 años después han realizado el mismo trayecto que yo, buscando en Extremadura un lugar en el que poder desarrollarse humana y profesionalmente.En estos momentos están embarcados en un atractivo proyecto de recuperación de los fondos audiovisuales privados de muchas personas de Extremadura y, fruto de ese trabajo, llegaron al conocimiento del material rodado por los protagonistas de la expedición que en 1980 llevó a un grupo de 8 hombres y 1 mujer al archipiélago más septentrional del planeta. Pertenecientes a los clubes Montañero de Badajoz y Monfragüe de Cáceres, tuvieron la iniciativa, inusual en aquella época, de utilizar embarcaciones neumáticas, tipo zodiac, para facilitar el acceso por mar hasta la base de las diferentes ascensiones que acometieron.
Este material es el que 30 años después ha servido de base para la elaboración del documental Siptzberg, que ha contado con la coproducción de la productora dombenitense 2D Media y la colaboración de las diputaciones de Cáceres y Badajoz, la Filmoteca de Extremadura y la Federación Extremeña de Montañismo.
El documental fue presentado el pasado domingo, 21 de noviembre, en el Centro de Ocio Contemporáneo (COC) de Badajoz, con lleno de público, entre el que se contaban los protagonistas de la expedición, familiares y amigos.
Miriam Soms y Víctor Sarabia se aproximan en este trabajo no solo a las experiencias deportivas, sino sobre todo a las reflexiones vitales, a las percepciones personales, de los expedicionarios, contraponiendo entrevistas personales actuales, con las imágenes de la película rodada en 1980. Emotiva sin caer en el sentimentalismo, Spitzberg recupera una página deportiva y humana de la historia reciente de Extremadura, digna de ser conocida por el gran público, como un ejemplo más del proceso de dignificación de la identidad extremeña emprendido en las últimas décadas.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Actitudes estomagantes

Según el diccionario de la Real Academia Española, estomagar significa, en su primera acepción, Causar indigestión, empachar, ahitar; y en su segunda, causar fastidio o enfado. Estas cosas son las que exactamente me producen las actitudes de algunos políticos que, por si fuera poco, son ensalzados y jaleados en un lamentable ejercicio de exaltación de las más bajas pasiones.
El último caso es el de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, en respuesta a las preguntas sobre el incidente protagonizado por el tertuliano Salvador Sostres en el programa que dirige Isabel San Sebastián en Tele Madrid.
Dice la presidenta madrileña que se trata de una conversación que pertenece al terreno de lo privado y que ella no se dedica a investigar y opinar sobre dichas conversaciones. Esta aseveración, que en principio le podría parecer intachable a alguien, está surcada de trampas e hipocresía.
Por un lado, siendo cierto que se trata de una conversación privada, deja de serlo en el momento en el que, por la razón que sea, ha saltado a la luz pública. Además no se trata de la conversación de una persona cualquiera, sino de alguien público que aporta sus opiniones, en este caso, a través de una televisión pública, pagada con el dinero de todos los ciudadanos. Y lo relevante es el contenido de lo dicho por Salvador Sostres que, evidentemente, puede pensar y hacer lo que considere oportuno, pero que demuestra a través de lo dicho una catadura moral y humana que lo hacen incompatible con la presencia en un medio de comunicación público. Pero vamos, con ser eso importante, lo preocupante es que Esperanza Aguirre se refugie en las formas y no en el contenido. Más aún cuando se trata de un argumento falaz que supongo no extiende a otros campos. O acaso, según su razonamiento, una conversación entre terroristas que planean un atentado no interesa por tratarse de algo perteneciente al ámbito privado de esas personas.
En modo alguno estoy defendiendo que se coarte la libertad de expresión, o que no puedan estar presente todo tipo de opiniones, sensibilidades, puntos de vista, etc., en cualquier medio de comunicación. ¡Faltaría más! Pero sí, que si alguien deja a las claras una actitud que la propia Isabel San Sebastián no dudó en calificar de enfermiza, lo lógico es que esa persona no tenga además una caja de resonancia a través de un medio de comunicación público. Es tanto como darle un programa a alguien de quien hemos constatado, consciente o accidentalmente, que se dedica a fabricar bombas, a maltratar mujeres y niños, a evadir capitales (de estos creo que hay más de uno), etc.
Más le valdría a Esperanza Aguirre no encastillarse en posiciones que, tomando una expresión del propio Salvador Sostres, demuestran tanta indigencia moral e intelectual. Aunque no sé de qué me extraño, cuando una de sus últimas propuestas pasa por privatizar la gestión de la televisión pública. Me imagino que de ese modo ya no tendrá que pasar por el incómodo trance de tener que dar explicaciones sobre lo que se hace en Tele Madrid.
En fín, lo dicho, actitudes estomagantes. Igual que la del Gobierno de España aceptando que sólo dos medios de comunicación, El País y El Mundo, puedan ir al Sahara para informar de lo que allí ha pasado. Y además, habrá quien confunda esto con el periodismo. ¡Así nos va!

domingo, 14 de noviembre de 2010

Menorca, territorio para pedalear

Mi relación ciclista con Menorca se remonta al año 1974, con motivo del primer viaje que hice a la isla. Por aquél entonces un numeroso grupo de chicos y chicas de Premià de Mar hicimos lo que para nosotros fue un histórico viaje a bordo del Villa de Madrid, hasta la balear menor. Allí, arrastrando unos auténticos armatostes de peso incalculable, descubriríamos algunas de las playas que hay en torno a Maò, como Es Grau y Mesquida, cautivándonos y haciendo que algunos uniésemos, para siempre, la isla a nuestras vivencias personales.
Después de aquél viaje, iniciático por muchos motivos, han sido varias las veces en las que la bicicleta ha sido protagonista en mis desplazamientos a Menorca. La última el pasado fin de semana del 5, 6 y 7 de noviembre. En esta ocasión los compañeros de aventura han sido dos avezados cicloturistas. El primero, como siempre, mi amigo de toda la vida, Rafael Vallbona, que también estuvo en aquél primer viaje de 1974. El segundo Luis Cuevas, también periodista como nosotros, e hijo del organizador durante muchos años de la Vuelta a Andalucía.

La primera de las jornadas ciclistas, la del viernes, la dedicamos a hacer un amplio recorrido de 131 kilómetros, entre Maò y Ciutadella, ida y vuelta, con paso previo por algunas de las playas de la zona sur de la isla, como Punta Prima, Binibeca o Santo Tomás, y por varias localidades como Sant Lluis, Sant Climent y Es Migjorn Gran, donde paramos para reponer fuerzas.
A partir de Ferreries, localidad famosa por estar allí la fábrica de zapatos Mascaró, el recorrido hasta Ciutadella ya lo hicimos por la carretera general que atraviesa la isla.
Hay que mencionar que en Ciutadella han delimitado un magnífico y real carril bici (en otros sitios los carriles bicis son algo así como entelequias pintadas en las aceras, entre señales de tráfico, farolas y árboles). El regreso lo hicimos por el mismo camino hasta llegar a Mercadal, desde donde continuamos por el Cami d'en Kane, el primer camino que unía ambos extremos de Menorca, construido en el siglo XVIII por el gobernador Richard Kane, durante la dominación británica. El último tramo hasta Maò resultó realmente divertido, con los tres a buen ritmo (pese a que a mí se me indigestaban bastante los múltiples repechos). En total esa primera jornada del sábado habíamos subido un desnivel acumulado de casi 1.300 metros, para un total de 8 puertos, lo que demuestra que, pese a las apariencias, Menorca tiene bien poco de llana. ¡Y eso que no llegamos a subir el Monte Toro, la máxima cota de la isla! La verdad es que yo, acostumbrado a llevar tres platos en mi bicicleta, no me atreví a afrontar sus duras rampas con los dos únicos platos que llevaba mi ALKON de alquiler.

Para el domingo, ya en plan excursión, hicimos 40 kilómetros para ir y volver hasta el maravilloso paisaje del Cap de Favaritx, con sus orografía pizarrosa, y sus balsas temporales, en las que se mezcla el agua dulce proveniente de las lluvias, con el agua salada que el impetuoso oleaje les aporta los días de temporal. Enclavado en pleno Parque Natural de S'Albufera d'Es Grau, que es el núcleo de la Reserva de Biosfera, el cabo cuenta con uno de los 5 faros principales de la isla de Menorca.
En definitiva, un delicioso fin de semana, en el que incluso el tiempo nos acompañó, en el que disfruté del ciclismo, de la amistad y, por qué no decirlo, de la gastronomía.
Ahora a esperar la próxima salida, intentando mejorar la forma.

martes, 12 de octubre de 2010

Jodiuras y decadencia

Al parecer una de las últimas modas que se están extendiendo es la de hacer que a uno lo secuestren para experimentar lo que se siente. ¡Vamos, una nueva forma para que los aburridos del primer mundo se entretengan!
Ésta, como otras muchas noticias que diariamente nos sacuden, no hace otra cosa que ratificarme en el estado de decadencia de muchos sectores de una sociedad opulenta (pese a la crisis), que lo tienen todo (porque en muchos casos se lo han dado y lo han heredado), que no están acostumbrados a conocer el esfuerzo y que no saben qué hacer con sus vidas.
Y esto ocurre al mismo tiempo y en el mismo instante en el que para millones de personas en el mundo, y no sólo en los llamados países en desarrollo, la única preocupación diaria que tienen es sobrevivir, tener algo que llevarse a la boca, encontrar un techo bajo el que ampararse o evitar ser asesinados por razones étnicas, religiosas o políticas.
Ya sé que siempre las clases dominantes, los señoritos de cada momento, han dado rienda suelta a sus caprichos para encontrar atractivos al hastío que les producía una vida en la que lo tenían todo y no les motivaba suficientemente nada. Lo malo es que eso siga sucediendo y que cada vez el listón se ponga un poquito más alto. Y tanto da vivir en un país del autodenominado primer mundo, en un país emergente o en un país del tercer o cuarto mundo.
La clave es pertenecer a las élites dominantes, a las clases que poseen el poder económico, político y social, o no.
Y ahí, no nos quepa la menor duda, no existen ni racismos, ni xenofobias.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Fueye: cuando el bandoneón hiere al engaño

Fueye, del argentino afincado en España, Jorge González, es el último libro de historietas que he leído, después de una larga sequía por razones profesionales. Esta obra, que consiguió en 2008 el Primer Premio Internacional de Novela Gráfica FNAC-Sins entido, es uno de esos trabajos que no te dejan indiferente y que te hacen reflexionar sobre muchas cuestiones que el autor plantea en varios planos o niveles de lectura.
Es una obra sobre la emigración europea de finales del XIX y principios del XX a América, entonces tierra de promisión para el viejo continente, azotado por hambrunas, interminables guerras y escasez de oportunidades para las clases más humildes. Un tema que está de plena actualidad en estas fechas y que una vez más nos demuestra la escasez temporal de nuestra memoria de nuevos ricos, ahora venidos a menos.
Es un libro de reflexión sobre la condición del ser humano, sobre sus éxitos y fracasos como individuo, sobre sus miserias y traiciones, y, en especial, sobre ese dejarse llevar por las circunstancias, ese renunciar a las ilusiones propias, a la felicidad, en beneficio de una seguridad y de un estatus social.
Todo esto lo presenta González aderezado por el retrato de distintos momentos de la vida en el Buenos Aires del siglo XX, con el submundo asociado a la música del tango, a los políticos corruptos y mafiosos, a las élites económicas que viven y gozan mientras su entorno se derrumba. Y presente, tanto en el título, como en la propia obra la música del bandoneón, del fueye, auténtica pieza angular de la historia, hilo conductor de la misma, y elemento de redención personal.
Todo este ambiente, que oscila entre la sordidez y la opresión, entre la monotonía y la pasión, lo plasma magistralmente Jorge González con el uso de tonos tierra, y un trazo efectista, expresionista por momentos, sucio y descuidado en general, detallista en algún instante; combinando viñetas de gran formato que ocupan dos páginas, con otras quasi microscópicas buscando la reiteración rutinaria de la vida cotidiana.
Debo decir que sin duda me ha gustado y me parece una de las obras más interesantes, conceptual y gráficamente, de cuantas he podido ver en los últimos tiempos. Desde mi punto de vista, altamente recomendable.

domingo, 7 de marzo de 2010

L'Encant de fer 50 anys

"L'Encant de fer 50 anys" es el nuevo libro que acaba de publicar Rafael Vallbona (Edicions 62), que lleva el clarificador subtítulo: "Crònica optimista i sense manies". Rafa nos hizo entrega de él a un grupo de amigos, reunidos hace un par de semanas en la localidad tarraconense de Salomó, con la excusa de compartir una horas de buen yantar alrededor de una mesa i de unos excelentes calçots. La mayoría de los presentes o hemos cumplido, o están en los aledaños de los 50.
Aunque en algunas reseñas de internet aparece encuadrado en esa plaga que son los libros de autoayuda, debido sobre todo al título, idea comercial del editor, se trata de una obra en la que Rafael deja aflorar una vez más su vena irónica y socarrona. Aunque sea un descreido del periodismo, que no de los valores que deberían acompañar al periodismo si éste, en su opìnión, existiera, el libro permite ver su agilidad para describir situaciones y comportamientos humanos, haciendo especial hincapie en la interminable capacidad de contradicción y la falta de coherencia de las personas.
El libro supone una reflexión sobre ese momento vital, el medio siglo de vida, en el que de pronto es como si te dieras cuenta de que has llenado media botella y no sabes bien si verla medio repleta o medio vacía.
"L'Encant de fer 50 anys" es un conjunto de breves narraciones, cada una de ellas con un título y un comentario a modo de subtítulo, que se agrupan en tres bloques que sintetizan a la perfección el pensamiento del autor: Ahora que creemos tenerlo todo, Objetos perdidos por el camino y El discreto encanto de la derrota.
Con esta crónica generacional, que pese a su envoltorio aparentemente divertido tiene mucha miga, Rafael Vallbona continúa la senda que inició con "Ara que tinc quaranta anys" y con "Els nens (i les nenes) del rock".
Como dice en el comentario de entrada a uno de los relatos del libro: Ya no es necesario tener mala conciencia por no haber hecho todo lo que habías prometido hacer de joven; pide otra cerveza.

domingo, 14 de febrero de 2010

Invictus

Estamos en uno de los momentos álgidos de la temporada de rugby, con la celebración del Torneo de las Seis Naciones, la competición más importante de cuantas se celebran anualmente en el hemisferio Norte. Parece por lo tanto un buen momento para comentar "Invictus", la última película dirigida por Clint Eastwood, cuyo argumento gira precisamente en torno al rugby y al uso que hizo de él Nelson Mandela, en 1995, como aglutinante social de la Suráfrica que emergía después del apartheid.
Hay que decir de salida que no se trata de la mejor de las películas del director de "Sin Perdón", "Milion Dollar Baby" o "Gran Torino". Le falta ese ritmo y tensión narrativa que caracteriza su cine, aunque mantiene alguno de sus rasgos más destacables, como ese gusto por los primerísimos planos, que casi transparentan el retrato psicológico de los personajes a través de la piel del rostro, auténticos mapas vitales surcados por arrugas e imperfecciones.
En algunos momentos parece como si a Eastwood le costase enfrentarse con el tema amable que quiere mostrar, lejos de esos viajes al lado oscuro del individuo y de la sociedad a los que nos tiene acostumbrados.
En esta ocasión lo que hace es practicamente un documental sobre el Mundial de Rugby de Suráfrica de 1995, y de sus principales protagonista, el ya president
e Nelson Mandela, y el capitan de los springboks (nombre del equipo surafricano de rugby), François Pienaar, basandose en el libro "El factor humano", del periodista británico John Carlin. La interpretación que hace Morgan Freeman en el papel de Mandela, es uno de los grandes sustentos de la película. Matt Damon resulta algo más plano encarnando al capitán springbok. Curiosamente la película refleja mejor lo que es el desarrollo del propio mundial, haciendo bastante creíbles los partidos y el ambiente de los estadios, que otros momentos, aparentemente más sencillos de resolver y que resultan algo chuscos, como el acoso de periodistas y fotógrafos a Pienaar cuando iba a reunirse con Mandela.
Pero además a mí la película me gustó porque hay en ella toda una serie de elementos que para mí son pequeños guiños. Uno de ellos es la utilización de la canción "Osiyeza", uno de los mejores temas del grupo surafricano Johnny Clegg & Savuka. Otro es la aparición casi al final de las imágenes de otro de los grupos emblemáticos del país, los Lady Smith Black Mambazo, con el ya desaparecido Joseph Savalala al frente.
Y de fondo, aunque tratado bastante superficialmente, el difícil proceso que se vivió en Suráfrica y que de la mano de Mandela consiguió no acabar en el previsible baño de sangre, aunque 15 años después muchos de los problemas siguen persistiendo y bastantes de las esperanzas se hayan quedado en el camino.

sábado, 23 de enero de 2010

Haití, emoción y educación

Sobre la tremenda catástrofe de Haití, que se ha unido a la desastrosa situación del país antes del terremoto, se ha escrito y dicho casi todo. Por lo tanto no es mi intención insistir en ello. Lo que quiero con estas líneas es comentar uno de esos momentos de emoción que a veces surgen inesperadamente y que te dejan casi paralizado.
Ocurrió en la tarde del viernes, mientras escuchaba el programa de Gemma Nierga en la Cadena SER. Entrevistaba a uno de los bomberos de la Comunidad de Madrid que acababan de regresar de Haití. El hombre explicaba, con tono sensiblemente cansado, lo que había visto y vivido. Destacaba el enorme trabajo y esfuerzo de hombres y mujeres deplazados al país caribeño para participar en las labores de rescate: bomberos de varias comunidades autónomas, médicos catalanes, ertzainas, policías nacionales, etc. Para todos ellos tenía palabras de elogio.
Casi al final de la entrevista, Gemma Nierga le preguntó por lo que más le había impresionado y el bombero, sin dudarlo un instante, dijo que el ver las escuelas absolutamente arrasadas, que no quedaba ni una sola en pie. Y a continuación recordó que había recogido de una de ellas un estuche escolar, un plumier, y que se lo había llevado para dárselo, a la vuelta, a sus dos hijos, para que siempre recordaran la importancia que tiene la educación para el desarrollo de un país, y apreciasen lo afortunados que son. En ese momento al bombero se le quebró la voz y ya no pudo continuar. Se hizo un silencio en el que cientos de miles de oyentes seguro que sintieron la emoción contenida de todos los que estaban en antena. A mí, personalmente, se me encogió el alma, sentí una tremenda opresión en la garganta y noté que los ojos me enrojecían. Tras unos instantes eternos, el silencio en radio pesa como una losa, el programa consiguió continuar.

Resulta muy edificante, y una auténtica lección, que un hombre como este bombero, que ha visto la cara más dura de la tragedia, sea capaz de una reflexión tan lúcida como esta, poniendo a la educación y a la cultura en el centro de las esperanzas de futuro de Haití. Recordándonos a todos que, sin ambas cosas, las personas apenas somos nada y las sociedades están condenadas al fracaso más estrepitoso, como ya lo era Haití antes del terremoto.

domingo, 10 de enero de 2010

La época del despilfarro, terminada para siempre

Lo que a primera vista podría pensarse que es el titular de cualquier medio de comunicación actual, corresponde, ni más ni menos, a una noticia del desaparecido El Noticiero Universal de Barcelona, fechada el 27 de febrero de 1980.
Esta curiosidad, que deja en evidencia la escasa capacidad que tenemos los humanos para aprender de nuestros errores, la encontré el otro día revisando papeles viejos en casa de mi madre, en Premià de Mar. La noticia se refiere al Foro Científico de Hamburgo, que se celebraba por aquellas fechas, en el que por primera vez autoridades políticas del Este y Oeste europeo, más Estados Unidos y Canadá, se reunían para escuchar la opinión de los científicos antes los inminentes retos de una humanidad que ya había vivido la primera de las grandes crisis energéticas de final de milenio. En su información se recogían unas declaraciones del físico, y por entonces presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el profesor Carlos Sánchez del Río, en las que decía que la época de la abundancia y del despilfarro ha terminado para siempre.
Entre los principales retos para la comunidad científica internacional se mencionaba la escasez generalizada de recursos, sobre la que Sánchez del Río decía que la escasez de energía es sólo el primer aviso. Hará falta aprovechar nuevas fuentes de energía, reciclar los recursos no renovables y evitar el gasto superfluo de cualquier clase de bienes. Es un programa mixto que requiere el esfuerzo de científicos y de políticos conjuntamente.

30 años después, tras la reciente experiencia fallida de Copenhage, parece más que evidente que se ha avanzado muy poco y que es bastante escaso lo que hemos aprendido.