martes, 27 de septiembre de 2016

Cuando las presas fáciles se rebelan contras los depredadores


Las últimas noticias acaecidas en relación al escándalo de las preferentes y a la aplicación de cláusulas suelo en las hipotecas, me han pillado leyendo Presas fáciles, el último libro de historietas de Miguelanxo Prado, publicado este año 2016 por NORMA Editorial. Prado, Premio Nacional del Cómic 2013, se adentra en los senderos del género negro, para narrarnos como un grupo de ancianos decide tomarse la justicia por su mano. Desengañados por un sistema que de forma habitual defiende los intereses de los ricos y poderosos frente a los más débiles socialmente, se rebelan y, apoyados en su invisibilidad, se encargan de impartir justicia, a su manera, entre representantes del sector bancario.
Con esta obra Miguelanxo Prado sigue buceando, como en él es habitual, en el interior de la conducta humana, de sus sentimientos, esperanzas y miedos. Pero en esta ocasión no lo hace desde una visión onírica o poética, como ocurría en Ardalén, De Profundis o Trazo de Tinta, sino desde una perspectiva mucho más próxima a la realidad, por medio de una trama policiaca muy actual. El relato arranca en febrero de 2013, con una secuencia de dos páginas que muestra el detonante de la historia: el suicidio de dos ancianos ante el inminente desahucio de su vivienda. Y finaliza en septiembre de 2014, una vez desentrañada la trama. Como el autor explica en las “Instrucciones de uso” de su obra … ese fue el detonante que me llevó a escribir este guion: el enésimo desayuno avinagrado por tantas noticias de personas desamparadas, sacrificadas sin escrúpulos en la trituradora del beneficio especulador… y el primer caso de un matrimonio de ancianos que no vieron otra salida posible.  Entre ambas fechas, varios flashback que permiten al lector ir conociendo detalles de cómo los ancianos han ido pergeñando una venganza, que el sistema difícilmente podrá castigar debido a su avanzada edad y a la proximidad de la muerte.
En Presas fáciles, Miguelanxo Prado mantiene su personalísimo estilo gráfico, muy cercano a lo pictórico, con un detalladísimo dibujo de base. Sin embargo, en esta ocasión, acorde con el género, el tema y el tono de la historia, el creador gallego renuncia expresamente al uso del color, para hacer todo el libro en blanco y negro. O mejor, para ser más preciso, en toda la escala de grises. Consigue con ello crear una atmósfera permanentemente brumosa, en la que los límites y los contextos muchas veces se difuminan, se desvanecen, del mismo modo que lo hacen las fronteras entre la ley y lo que es justo, entre lo perseguible judicialmente y lo socialmente reprobable.
Nos encontramos ante una obra que de algún modo incomoda, que muestra el desamparo de aquellos que deberían estar protegidos por el llamado “sistema”. Enseña, tras el señuelo de la trama policiaca, que el “sistema” está creado para defenderse a sí mismo, que lo importante no somos los ciudadanos, lo que necesitamos, lo que demandamos, lo que pensamos; sino aquello que permite al “sistema” sobrevivir, con sus estructuras de poder, entre las que sin duda está la banca.
Todo este discurso lo resume estupendamente Miguelanxo en la potentísima portada, casi única concesión a los colores pastel en todo el libro: en medio de una brumosa noche urbana, dos ancianos cruzan pausadamente la calle, y la mujer gira una mirada de cansancio, desánimo y desolación ante dos hienas acechantes.

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