sábado, 1 de octubre de 2022

Activismo social y cultural (y 2): Colectivo Manuel J. Peláez

Mi relación con Zafra se remonta a 1990. Ese año, como responsable de RNE en Badajoz, visito por primera vez la localidad con motivo de su feria. Sin embargo, se trata de una vinculación esporádica y superficial, limitada a la cobertura informativa de su certamen ganadero o algún otro acontecimiento puntual.

Es en el año 2004, ya metido en otros menesteres profesionales, cuando conozco al que hoy es mi amigo y socio en +magín, José María Lama. Es a través de él que conozco a su círculo de amigos, con los que poco a poco yo también voy trabando amistad. Un grupo con recorrido, mayoritariamente vinculado a un partido político local, el Colectivo de Izquierdas (1998-2008). Entre estas personas tuve la oportunidad de conocer a Manuel José Peláez García y compartir algunos momentos con él. Profesor e historiador, fue concejal del Ayuntamiento de Zafra, y un referente para sus amigos y amigas que destacaban de él su tolerancia, responsabilidad y alegría.

Tras su fallecimiento en 2008, un buen número de las personas que habían estado en su entorno deciden poner en marcha una asociación inspirada en él, que de algún modo diera continuidad a su legado. Así es como nace, en 2010, el Colectivo Manuel J. Peláez.

Las socias y socios fundadores fueron Mercedes Santos Unamuno, Mª del Carmen Rodríguez del Río, Eva Arenales, Marisa Lozano, Antonio Tomillo, Antonio Morato, Mª Chilla Moreno, Ángela Lloret, Rosa Montaño, Manuel M. Belmonte, Paula Atienza, Adela Barbecho, Juan José Amaya, Juan Santos Rincón, José María Lama y José Francisco Gras. En la actualidad, el Colectivo tiene más de un centenar de socios y socias, entre los que me cuento.

Premio de microrrelatos

Entrega del X premio de microrrelatos
Siempre que he tenido la oportunidad de acudir a alguna de las múltiples actividades que organiza, me ha sorprendido la capacidad de convocatoria que tiene. Se nota ahí el arraigo en Zafra de quienes forman parte de él y los muchos años de implicación y trabajo en la localidad y en el entorno comarcal. Como señala en su presentación, el Colectivo se declara independiente de cualquier entidad pública o privada, carece de ánimo de lucro, funciona exclusivamente con personas voluntarias, y entre sus focos de interés destaca creación y promoción cultural, actualidad y derechos ciudadanos, desarrollo humano sostenible, laicidad y feminismos.

En esa línea, quizás la actividad de más impacto de cuantas desarrollan y que más proyección está teniendo es el Premio de Microrrelatos Manuel J. Peláez.

Instituido en 2013, este 2022 ha celebrado su décima edición. En este período de tiempo se han presentado al concurso -dotado con un premio de 1.200 € para el texto ganador- un total de 18.655 microrrelatos. De todos ellos, 464 se han incluido en los libros que anualmente se han publicado con una selección de los mejores trabajos de cada edición.

Para celebrar este aniversario, coincidiendo con la entrega del premio de la décima edición, se celebró el pasado 18 de junio un encuentro de microrrelatistas. Al mismo acudieron varias de las personas ganadoras de años anteriores, como Eva Limendoux (2016), Germán Vayón (2017), Pilar Alejos (2019), Margarita del Brezo (2020) y Ana Lluch (2021). Se ha dado la casualidad de que la psicóloga vallisoletana, residente en Ceuta, Margarita del Brezo, ha vuelto a ser la ganadora este año 2022 con su texto «Juego de niños».

En la entrega del premio, que tuvo lugar el 19 de junio, el actual presidente del Colectivo, José F. Gras, reivindicó la cultura como instrumento esencial para la convivencia democrática.

Fortalecimiento de la sociedad civil

Conferencia de Antonio Rodríguez de las  Heras
La intención del Colectivo ha sido, desde el primer momento, organizar o apoyar actividades socialmente comprometidas, innovadoras y de calidad, favorecer dinámicas de participación ciudadana y trabajar en red. En definitiva, fortalecer la sociedad civil.

Y desde luego que se han dedicado a ello con esmero y entusiasmo, como lo atestigua el sinfín de iniciativas, bien propias o ajenas, en las que se han implicado. Desde la preocupación por el desarrollo del mundo rural, hasta la lucha por la igualdad y contra la violencia de género, pasando por los retos de la izquierda, el derecho a morir dignamente o la situación de la justicia en España. Cualquier tema que suponga una profundización en los derechos ciudadanos y en la cultura democrática, tiene su espacio en charlas, talleres y foros.

De la amplia relación de personas que han participado en sus actividades, se pueden destacar nombres como los del catedrático de la Universidad Carlos III, Antonio Rodríguez de las Heras (1947-2020); la magistrada, jueza y exalcaldesa de Madrid, Manuela Carmena; o el historiador e hispanista, Ian Gibson.

También se han presentado nuevos formatos, que acercan la cultura y el arte de una forma distinta a la población. Así podemos mencionar la conferencia cantada que protagonizó Martirio en el Teatro de Zafra, el recital de poesía de José Manuel Díez «Duende Josele» en el Espacio para Creación Joven o la inauguración de la pieza escultórica «Homenaje a los liberales de Cádiz», del artista Juan Gila, instalada en la plaza del Alcázar de Zafra.

Una intensa actividad la que despliega el Colectivo Manuel J. Peláez, refrendada, como ya he mencionado antes, con una más que destacable respuesta ciudadana.

Personalmente, pese a no residir en Zafra, he asistido a algunas de ellas. Y siempre me han parecido de nivel, interesantes e instructivas. Y también me parece importante destacarlo, con una sensación de calidez y buena acogida hacia todas las personas que se aproximan al colectivo.

En definitiva, como señalaba al inicio de esta miniserie de dos artículos, otro buen ejemplo de activismo social y cultural, surgido de la denominada sociedad civil, fuera de los grandes núcleos urbanos. ¡Que cunda el ejemplo!

domingo, 11 de septiembre de 2022

Activismo social y cultural (1): Can Vallerià (Premià de Dalt)

Can Vallerià
Can Vallerià
Por razones personales conozco muy de cerca dos casos de activismo social y cultural, surgidos de la denominada sociedad civil. Me parecen ejemplos de cómo contribuir a la dinamización, a la creatividad y al pensamiento de la población desde lugares que no son precisamente grandes núcleos urbanos. El primero de ellos, al que me voy a referir hoy, es el de Can Vallerià – art, comunicació, territori, ubicado en la localidad barcelonesa de Premià de Dalt (10.419 habitantes). El segundo, del que trataré la próxima semana, es el Colectivo Manuel J. Peláez, con sede en la población pacense de Zafra (16.786 habitantes). Además, ambos comparten el hecho de articularse en buena medida en torno a la memoria de dos personas que nacieron el mismo año y que destacaron por su quehacer: el poeta Valerià Pujol i Bosch (1952-1992) y el profesor e historiador Manuel José Peláez García (1952-2008).

Can Vallerià – arte, comunicación y territorio 

Can Vallerià es una finca con masía situada en Premià de Dalt que conozco desde mi juventud. Allí residía el que fue mi primer profesor de catalán, Valerià Pujol, uno de los más destacados escritores de Catalunya en los años setenta y ochenta, premios Documenta (1981), de la Crítica (1981) y Carles Riba (1983).

A mediados de la década de los 70 del siglo XX, alrededor de su figura y su impulso se juntó un grupo de jóvenes escritores de la comarca de El Maresme (Martí Rosselló, Josep Bras, Maria Antònia Grau, Teresa d’Arenys… y Rafael Vallbona -mi amigo íntimo desde la infancia-). Se organizaron en el llamado Grup de Lletres del Taller Obert d’Expressió, cuya principal manifestación pública fue la edición del folleto La Font del Cargol, que más tarde dio lugar a la colección literaria «Quaderns de la Font del Cargol».

Casi cuatro décadas después, Rafael Vallbona y su cónyuge Adriana Pujol, hermana de Valerià, han puesto en marcha el proyecto para convertir la finca de Can Vallerià en un espacio abierto a la creatividad, el pensamiento y la difusión sobre arte, comunicación y territorio, tres elementos sobre los que Valerià Pujol y la familia vincularon su proyecto, tanto intelectual como vital, durante un siglo.

De este modo, el proyecto de Can Vallerià se define con una dimensión colectiva, abierta a cualquier persona y a toda la comarca de El Maresme, colaborativa, con una visión que parte de lo local, Premià de Dalt, para hacerse universal, y con una vocación de transversalidad, en la que todo tiene cabida, solo hace falta encontrar la forma de encajarlo.

Festivales poéticos, arte en la calle, casitas-biblioteca

Desde 2015, cuando echó a andar el proyecto, su labor ha sido intensa. Poco a poco, pero sin pausa, se ha ido convirtiendo en un referente cultural, no solo para el municipio de Premià de Dalt, sino para toda la comarca. Su crecimiento le ha llevado a constituirse como asociación cultural, ampliando el número de personas implicadas en su funcionamiento.

La distancia, hay 1.042 km entre Badajoz y Can Vallerià, no me ha permitido ser un asiduo de sus actividades, pero sí que he asistido con cierta regularidad a algunos de sus actos y presentaciones y he podido constatar su evolución, creciendo cada año en la complejidad y calidad de su oferta.

Fiel a su principio de transversalidad, en estos años su actividad ha sido una combinación multidisciplinar en la que han tenido cabida poesía, teatro, novela, música, memoria histórica, pintura, escultura, cerámica…

A modo de ejemplo, el pasado 26 de agosto de 2022 tuvo lugar la séptima edición del festival «Poetes sota la lluna», que se desarrolló en la era de la masía. Como acto central del «Any Valerià Pujol», que ha conmemorado el 70 aniversario del nacimiento del poeta, en esta ocasión se ha hecho un espectáculo inédito y de producción propia. Ha consistido en una antología de su obra, interpretada por la actriz y rapsoda Cinta Massip y con el músico Toti Soler a la guitarra. Previamente, la primera parte contó con las intervenciones de dos poetas eminentes como son Susanna Rafart (Premio Miquel de Palol y Cavall verd 2021) y Francesc Parcerissas (Premio Nacional de Cultural 2015).

Casita-biblioteca

Particularmente, entre las acciones que más me gustan y que creo que mejor definen el espíritu de Can Vallería están la casita biblioteca y los murales cerámicos del proyecto «Finestres». Se trata de dos iniciativas que sacan la cultura a la calle de una forma permanente, para el disfrute de cualquier persona.

El primero, con el título La petita biblioteca que no tanca mai (La pequeña biblioteca que no cierra nunca), forma parte de la red global sin ánimo de lucro Little Free Library, organización que reúne más de 100.000 casitas biblioteca de todo el mundo. Se trata de una pequeña casita de madera y vidrio, situada en la fachada exterior de la finca, aportación desinteresada del artesano Bertu Martí. Funciona como una biblioteca libre: siempre hay libros disponibles a través del intercambio, cualquiera puede coger y aportar libros, de modo hay una constante renovación de su fondo.

Proyecto "Finestres"
Por su parte, el proyecto «Finestres» consiste en la creación de un museo mural mediante la transformación de las antiguas ventanas de un porche que da a la calle en sendas obras cerámicas y pictóricas. Su nexo común es la relación y el diálogo entre ellas y el entorno, de tal modo que las dos primeras hacen referencia a algunas de las personas de la familia: L’ombra d’en Joanet, de la escultora, ceramista y pintora Madola; y Lletres de Can Vallerià, del pintor Joan Pasqual. El proceso creativo de estas obras se puede ver en una pieza audiovisual enlazada aquí. 

El renacimiento de «Quaderns de la Font del Cargol»

Al calor de la plataforma de actividades culturales que es Can Vallerià, algunos miembros que en su día formaron parte del mencionado Taller Obert d’Expressió retomaron en 2016 el sello editorial «Quaderns de la Font del Cargol». Integrado en 9 Grup Editorial -Cossetània Ediciones, Angle, Lectio, Quorum, Eumo-, su objetivo es publicar obras de autores de la comarca de El Maresme y de todo el ámbito de la lengua catalana. Funcionando por un sistema de suscripción, hasta la fecha han publicado veintidós títulos, con una nómina de autores que incluye nombres como los del recientemente fallecido Vicenç Pagès Jordà, Pep Bras, Jordi Bilbeny, Toni Cabré, Emília Illamola o M. Antònia Grau, aparte de obras del propio Valerià Pujol, el epistolario entre Feliu Formosa y Josep M. Benet i Jornet, y algunas antologías y recopilatorios.

A todos ellos se unen, bajo la denominación «Llibres mínims», otras siete obras en formato digital y de acceso gratuito a través de la web.

Me consta el esfuerzo, el cariño y la dedicación con la que impulsan este proyecto Adriana Pujol y Rafael Vallbona, junto a un buen puñado de personas que los acompaña, como su hija la periodista Teresa Vallbona, el activista cultural Albert Calls o el diseñador Ramón Martínez, entre otras.

Como suele decir Rafael Vallbona, mi amigo de siempre, tengo miles de ideas de cómo gastar el dinero… Y como demuestran día a día, una forma excelente de hacerlo es dinamizando social y culturalmente el entorno en el que viven y, por extensión, gracias a la nueva realidad digital, a todos aquellos que de alguna manera se aproximan a la actividad de Can Vallerià – Art, comunicació, territorio.

sábado, 26 de mayo de 2018

El Teniente Blueberry: desobedecer para preservar la paz


La imagen de Blueberry se inspiró en la del actor Jean-Paul Belmondo
Belmondo inspiró a Blueberry
El concepto de obediencia debida siempre me ha parecido una excusa tras la que esconder la cobardía. Al amparo de la misma, a lo largo de la historia, se han cometido, o se han permitido, enormes barbaridades. Viene a cuento esta breve reflexión, porque este es uno de los hilos argumentales de los primeros álbumes de uno de los grandes clásicos de la historieta contemporánea: El teniente Blueberry. Con guiones del belga Jean-Michel Charlier (Buck Danny, Jim Cutlass, Michel Tanguy, La Patrulla de los Castores) y dibujos del francés Jean Giraud, probablemente más conocido por su alter ego fantacientífico, Moebius, esta serie debutó hace casi 55 años en la páginas de la revista Pilote.

Siempre he tenido una gran deuda con El teniente Blueberry, pues ha sido una saga que nunca he conseguido leer de forma continuada y ordenada. La revista Bravo, que es donde comenzó a editarse en España por parte de Editorial Bruguera, no estaba entre mis preferidas y por eso solo leí algunos capítulos aislados. Posteriormente, en distintas publicaciones, fui picoteando un poco por aquí, un poco por allá, algún álbum aislado -de la edición completa realizada por Grijalbo- pero sin profundizar.

Afortunadamente, Norma Editorial me está permitiendo saldar esta vieja cuenta, gracias a la edición integral que está publicando, de la que ya han aparecido cuatro volúmenes.


A ritmo de gran western

Blueberry se revela contra el genocidio indio
Cada uno de los tomos reúne tres álbumes, publicados con el material y en el orden original de la serie, es decir, comenzando por Fort Navajo. Además, les acompañan varios artículos y documentos sumamente interesantes, que te permiten conocer mejor los entresijos de su creación y de sus autores.

Tengo que admitir que ha sido una auténtica gozada sumergirme en el ambiente que hace más de cinco décadas crearon Charlier y Giraud. Desde el punto de vista narrativo, el pulso de la historia es realmente trepidante y te envuelve, casi sin darte respiro. Sin entrar en comparaciones, señalar que poco tiene que envidiar El teniente Blueberry a los grandes clásicos del cine del Oeste, como La diligencia, Solo ante el peligro o Río Bravo.

Una de las cosas que más me han sorprendido es la modernidad de muchos de sus planteamientos. A lo largo de los primeros 10 álbumes, desde el ya mencionado Fort Navajo, hasta El general “Cabellos Rubios”, se muestra la permanente tensión entre la obligación del teniente de obedecer las órdenes de sus superiores y su voluntad de evitar, en lo posible, la guerra contra las tribus indias. Eso le lleva a reiteradas indisciplinas, a diversos arrestos, a estar rayando constantemente la expulsión de la caballería estadounidense. Blueberry se enfrenta a superiores déspotas y racistas, que lo único que quieren es aniquilar a toda costa a los indios, aunque sean mujeres, ancianos y niños desarmados. También se las tiene que ver con otros superiores que, en la lucha de grandes intereses económicos que supuso la construcción del ferrocarril de costa a costa, no dudaban en propiciar la guerra con los indios para obstaculizar a la compañía competidora. En definitiva, Blueberry pone en jaque permanentemente el concepto de obediencia debida, al que no quiere someterse para no estar justificando, con su pasividad, el genocidio sobre el que se sustentan, en buena medida, los Estados Unidos.


La espiral del desengaño 
De álbum en álbum, de historia en historia, vamos viendo como poco a poco se va resquebrajando la confianza del teniente en todos aquellos valores que se suponen inherentes a la nación por la que está luchando. Es más, en ese camino, magistralmente escrito por Charlier y dibujado por Giraud, las acciones de Blueberry, por más bienintencionadas que sean, se vuelven paulatinamente contra él, enredándole, más y más, en una madeja de la que solo tiene una escapatoria: abandonar el ejército, desengañado y asediado por superiores tiránicos. De hecho, ese camino de desengaño tiene su culminación en el décimo álbum, el ya mencionado El general “Cabellos Rubios”, que es el primero que se incluye en el cuarto y último tomo integral publicado hasta el momento. Precisamente en este episodio, respondiendo a su sentido del deber, salva de una muerte segura a uno de los jefes que más le ha humillado, el general McAllister. Pero aplicando el viejo refrán que dice haz un favor a alguien y te ganarás un enemigo, su acción no tan solo no le es reconocida, sino que incrementará el odio hacia él del general. Un superior del que el teniente opina que no es más que un arribista sin escrúpulos, además de ambicioso y conchabado con políticos corruptos.

¿Una aventura de historietas de 1968 o un retrato de la actualidad del mundo en 2018? Buena pregunta. Por si acaso les invito a disfrutar de un buen rato, y reflexionar también, leyendo las peripecias de este singular personaje que es el Teniente Blueberry.