martes, 29 de julio de 2025

El día que visité el estudio de Carlos Giménez en Premià de Mar


La reciente publicación de la edición total de
Paracuellos (Reservoir Books), me ha servido para recordar la visita que hice al estudio que Carlos Giménez compartía en Premià de Mar con Adolfo Usero. Un viaje en el tiempo de 45 años que me lleva al 1 de febrero de 1980. Ese día, en compañía del fotógrafo Josep M. Bley, estuve varias horas con Carlos para hacerle una entrevista para el entonces semanario El Maresme.  

Con mis veinte años, el nerviosismo del periodista en ciernes y la emoción de estar en el «sancta sanctorum» del que ya era uno de los dibujantes españoles más importantes, el resultado se plasmó en el número 113 de la revista, correspondiente a la semana del 7 al 13 de marzo de 1980.

La entrevista apareció con el título «La historieta, evasió i compromís» (La historieta, evasión y compromiso).

En las imágenes que acompañan esta entrada del blog se reproducen tanto la portada como las páginas interiores de la publicación. 

Un niño de los colegios del Auxilio Social

El Auxilio Social fue una institución, oficialmente creada el 17 de mayo de 1940, que estableció una red de hogares para acoger internos a huérfanos e hijos de familias con problemas. Su preceptos educativos -por denominarlos de alguna forma- se regían por el social catolicismo. En uno de ellos estuvo Carlos Giménez y fue el germen de su afición por la historieta y de una de sus obras cumbre, Paracuellos.

Como él mismo explicaba entonces, era un niño muy representativo de los que estaban internos en los colegios del Auxilio Social: un niño sin padre y con una madre en un sanatorio tuberculoso.

Hablando de su experiencia, decía que allí había muchas restricciones, pero una de las pocas cosas que nos llegaban eran los tebeos.

Entonces -añadía-, como yo tenía una cierta habilidad para el dibujo, pues me pareció lógico enfocarla hacia el campo del tebeo. Yo no había visto nunca pintar cuadros, ni frescos, y, por lo tanto, no me pasó por la cabeza ninguna otra utilidad práctica de mi habilidad, aparte de la historieta. También debió influir que los tebeos eran la única lectura que teníamos a mano.

Aunque habitualmente se ha considerado que el Carlines de la obra era un trasunto del propio autor, ya entonces explicaba que había varios personajes que eran él. Su interés no había sido tanto contar su vida, como hablar de aquellos niños. No quería hacer una serie de un solo personaje. Quería que todos los niños fuesen parecidos. Por eso tampoco hay grandes diferencias gráficas. Como en aquel lugar todos íbamos bastante uniformados, los cabellos nos los cortaban igual, las cosas y las situaciones eran las mismas, he querido que todos los niños fueran el personaje. Tanto daba cómo se llamasen, yo lo que quería contar eran cosas de aquellos niños, no del autor.

Dibujante de ojos y bocas

Uno de los rasgos más destacados de la obra de Carlos Giménez en general, y de Paracuellos en particular, es el realce y la expresividad de los ojos.

En respuesta a esa cuestión señalaba que no es que les dé más valor a los ojos en «Paracuellos». En todo mi trabajo, como puedes ver, los ojos son de gran importancia. Soy un dibujante de ojos y boca. Soy un dibujante mediocre de narices y además las muevo poco. En cambio, muevo mucho ojos, boca y manos, que es en lo que se basa la fuerza expresiva de mis dibujos. Mis ojos son siempre enormes y mis bocas son grandes. Concretamente en «Paracuellos» los ojos se dispararon porque en ese momento creí que eran ellos los que mejor podían dar la dimensión de lo que quería expresar.

Hoy, 45 años después de esa entrevista, de vuelta hace muchos años a su Madrid natal y con una trayectoria que lo han convertido en referente indiscutible del cómic internacional, Carlos Giménez disfruta, por fin, de una merecida y necesaria edición integral de Paracuellos.