Rodeando una amplia zona vallada en lo que pomposamente debería ser el Parque de las Cañadas, según reza la denominación de la calle que limita con este espacio, me he ido encontrado con un sinfín de escombreras ilegales, acumulaciones de ripios de obras, lugares donde la gente ha acumulado trastos y desechos de todo tipo. Hasta tal punto que en una pequeña explanada, descendiendo ya de nuevo hacia la carretera de Olivenza, me he encontrado con 8 o 9 parachoques de automóviles, amontonados, como si algún taller de chapistería no hubiera tenido mejor sitio dónde dejarlos.
Eso sí, no faltaba el retórico cartel de la Junta de Extremadura en el que se prohibe tirar basuras y se indican las sanciones, que oscilan entre los 600 y los 30.000 €, creo recordar. Sanciones que no deben tener lugar casi nunca a la vista del espectáculo de restos, basuras y porquería que se acumulan durante algunos kilómetros.
Y el caso es que la zona, una de las más elevadas de la ciudad de Badajoz, con magníficas vistas hacia Portugal y las vecinas Elvas y Campo Maior, podía ser un lugar de expansión magnífico si estuviera mínimamente cuidado, pues los caminos son ideales para hacer buenas caminatas y rutas en bicicleta.
La conclusión es que, desidia aparte del ayuntamiento y de los responsables municipales, que parece que tienen bastante con que las rotondas y avenidas del centro de la ciudad estén en orden de revista, muchísimos ciudadanos no se preocupan lo más mínimo por conservar el entorno de Badajoz y que suelen aplicar aquello de ojos que no ven, corazón que no siente, o dicho de otro modo, mientras no vea la mierda en la puerta de mi casa, poco me importa dónde esté.
Y claro, si los responsables políticos no muestan su preocupación, ni ponen medidas, ni facilitan alternativas controladas para depositar todos estos residuos, etc., pues los particulares se creen que todo el momente es orégano y que pueden campar a sus anchas.
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