El pasado viernes, por quinto año consecutivo, mis amigos Rafael Vallbona y Llorenç Pros vinieron desde Barcelona para pasar el fin de semana pedaleando por tierras extremeñas. En esta ocasión, al igual que en 2004, también acudió a la cita Antón Català, otro de los compañeros en estas lides cicloturistas.
A diferencia de años anteriores, en los que primó el atractivo de hacer algunos de los puertos de montaña más atractivos de Extremadura, como Honduras o Piornal, diseñé un recorrido más largo de la habitual, pero que nos permitiese disfrutar del Parque de Monfragüe. Aún así el desnivel acumulado era de unos respetables 1.380 metros.
Dicho y hecho. El sábado 28 de marzo hicimos 147 kilómetros, que nos llevaron desde Navalmoral de la Mata hasta La Bazagona, para entrar al parque por la Portilla del Tietar. Desde allí a la presa de Torrejón, paso por Villarreal de San Carlos y parada para comer en Torrejón el Rubio. Tras reponer fuerzas, seguimos camino en dirección Jaraicejo, desde donde abordamos la mayor dificultad de la jornada, el Puerto de Miravete, para después de un rápido descenso, plantarnos en Almaraz y regresar ya a Navalmoral de la Mata.
Más de seis horas y media de tiempo real montados encima de la bicicleta, que nos permitió disfrutar de la belleza de Monfragüe en un momento en el que la explosión de olores, sonidos y colores todavía no ha sucumbido ante los calores estivales.
Seis horas y media que también dieron para el sufrimiento y el cansancio, para la incomodidad encima de una bicicleta que por momentos parecía un potro de tortura.
Tiempo también para la satisfacción del reto superado (batí mi marca personal de kilometraje en una salida ciclista) y para agradecer a los compañeros de ruta su infinita paciencia, sus ánimos ante el desfallecimiento o la espera cuando en un repechón a uno las piernas ya no les respondían como querían.
Y el domingo, segunda etapa, más corta, pero más concentrada en cuanto a ascensiones, encaramándonos desde Navalmoral hacia Valdehúncar, Bohonal de Ibor, Mesas de Ibor, ascensión al puerto de Valdecañas y regreso de nuevo por Almaraz. Algo más de 65 kilómetros que hicimos en unas tres horas y cuarto, tras los que una ducha y un reparador bocadillo fue la antesala para la despedida y el regreso de cada uno a su casa: Rafa, Llorenç y Antón a Barcelona, yo a Badajoz.
Pero valió la pena. Una vez más disfrutamos de nuestra amistad y de la convivencia ciclista.
Para mí el próximo reto será este verano: subir el Tourmalet.
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