Una vez más me he sentido cautivado por el buen hacer gráfico y narrativo de uno de los mejores autores de historietas que, con el paso de los años, ha pulido su estilo, librándolo de ciertos recursos estéticos que le resultaban innecesarios.
Con todo, lo que más me sigue fascinando de Carlos es el tratamiento que hace de los ojos. Cómo es capaz de dotarlos de una expresividad sin límites.
Y digo me sigue, porque ya era lo que más me atraía en 1980. Entonces yo era un joven aspirante a periodista, aficionado a la historieta, que flipó, como se dice ahora, entrevistando a Giménez en el estudio que compartía con Adolfo Usero en Premià de Mar. Fue una de mis primeras entrevistas a uno de los grandes de la historieta. Se publicó en el número 113 del semanario El Maresme, correspondiente a la semana del 7 al 13 de marzo de 1980.
En aquella entrevista le preguntaba por el extraordinario realce de los ojos que hacía en su obra Paracuellos.
Su respuesta de entonces creo que es igualmente válida hoy en día, por eso me permito reproducirla íntegramente: No es que yo dé más valor a los ojos en Paracuellos. En toda mi obra, como habrás podido observar, los ojos tienen una gran importancia. Soy un dibujante de ojos y bocas. Soy un dibujante mediocre de narices y, además, las muevo poco. Por el contrario, muevo muchos los ojos, las bocas y las manos, que es en lo que se basa la fuerza expresiva de mis dibujos. Mis ojos son siempre enormes y mis bocas grandes. En Paracuellos, concretamente, los ojos se dispararon porque en aquél momento creí que eran los que mejor podían dar la dimensión de lo que quería expresar.
Casi 29 años después, con muchas vicisitudes por medio, las explicaciones de Carlos Giménez siguen siendo igual de válidas para su trabajo sobre la Guerra Civil, haciendo que los ojos, bocas y manos de sus personajes nos transmitan todo el dramatismo y tragedia de las situaciones.
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