Al parecer una de las últimas modas que se están extendiendo es la de hacer que a uno lo secuestren para experimentar lo que se siente. ¡Vamos, una nueva forma para que los aburridos del primer mundo se entretengan!
Ésta, como otras muchas noticias que diariamente nos sacuden, no hace otra cosa que ratificarme en el estado de decadencia de muchos sectores de una sociedad opulenta (pese a la crisis), que lo tienen todo (porque en muchos casos se lo han dado y lo han heredado), que no están acostumbrados a conocer el esfuerzo y que no saben qué hacer con sus vidas.
Y esto ocurre al mismo tiempo y en el mismo instante en el que para millones de personas en el mundo, y no sólo en los llamados países en desarrollo, la única preocupación diaria que tienen es sobrevivir, tener algo que llevarse a la boca, encontrar un techo bajo el que ampararse o evitar ser asesinados por razones étnicas, religiosas o políticas.
Ya sé que siempre las clases dominantes, los señoritos de cada momento, han dado rienda suelta a sus caprichos para encontrar atractivos al hastío que les producía una vida en la que lo tenían todo y no les motivaba suficientemente nada. Lo malo es que eso siga sucediendo y que cada vez el listón se ponga un poquito más alto. Y tanto da vivir en un país del autodenominado primer mundo, en un país emergente o en un país del tercer o cuarto mundo.
La clave es pertenecer a las élites dominantes, a las clases que poseen el poder económico, político y social, o no.
Y ahí, no nos quepa la menor duda, no existen ni racismos, ni xenofobias.
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