Según el diccionario de la Real Academia Española, estomagar significa, en su primera acepción, Causar indigestión, empachar, ahitar; y en su segunda, causar fastidio o enfado. Estas cosas son las que exactamente me producen las actitudes de algunos políticos que, por si fuera poco, son ensalzados y jaleados en un lamentable ejercicio de exaltación de las más bajas pasiones.
El último caso es el de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, en respuesta a las preguntas sobre el incidente protagonizado por el tertuliano Salvador Sostres en el programa que dirige Isabel San Sebastián en Tele Madrid.
Dice la presidenta madrileña que se trata de una conversación que pertenece al terreno de lo privado y que ella no se dedica a investigar y opinar sobre dichas conversaciones. Esta aseveración, que en principio le podría parecer intachable a alguien, está surcada de trampas e hipocresía.
Por un lado, siendo cierto que se trata de una conversación privada, deja de serlo en el momento en el que, por la razón que sea, ha saltado a la luz pública. Además no se trata de la conversación de una persona cualquiera, sino de alguien público que aporta sus opiniones, en este caso, a través de una televisión pública, pagada con el dinero de todos los ciudadanos. Y lo relevante es el contenido de lo dicho por Salvador Sostres que, evidentemente, puede pensar y hacer lo que considere oportuno, pero que demuestra a través de lo dicho una catadura moral y humana que lo hacen incompatible con la presencia en un medio de comunicación público. Pero vamos, con ser eso importante, lo preocupante es que Esperanza Aguirre se refugie en las formas y no en el contenido. Más aún cuando se trata de un argumento falaz que supongo no extiende a otros campos. O acaso, según su razonamiento, una conversación entre terroristas que planean un atentado no interesa por tratarse de algo perteneciente al ámbito privado de esas personas.
En modo alguno estoy defendiendo que se coarte la libertad de expresión, o que no puedan estar presente todo tipo de opiniones, sensibilidades, puntos de vista, etc., en cualquier medio de comunicación. ¡Faltaría más! Pero sí, que si alguien deja a las claras una actitud que la propia Isabel San Sebastián no dudó en calificar de enfermiza, lo lógico es que esa persona no tenga además una caja de resonancia a través de un medio de comunicación público. Es tanto como darle un programa a alguien de quien hemos constatado, consciente o accidentalmente, que se dedica a fabricar bombas, a maltratar mujeres y niños, a evadir capitales (de estos creo que hay más de uno), etc.
Más le valdría a Esperanza Aguirre no encastillarse en posiciones que, tomando una expresión del propio Salvador Sostres, demuestran tanta indigencia moral e intelectual. Aunque no sé de qué me extraño, cuando una de sus últimas propuestas pasa por privatizar la gestión de la televisión pública. Me imagino que de ese modo ya no tendrá que pasar por el incómodo trance de tener que dar explicaciones sobre lo que se hace en Tele Madrid.
En fín, lo dicho, actitudes estomagantes. Igual que la del Gobierno de España aceptando que sólo dos medios de comunicación, El País y El Mundo, puedan ir al Sahara para informar de lo que allí ha pasado. Y además, habrá quien confunda esto con el periodismo. ¡Así nos va!
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