miércoles, 29 de febrero de 2012

¿Y ahora adónde vamos?: sensibilidad y sencillez para una reflexión sobre el absurdo de la violencia religiosa

Desde hace bastante tiempo, el mundo del cine está presidido por las superproducciones, los efectos especiales, el 3D y otros muchos subterfugios que enmascaran una alarmante falta de ideas y de capacidad para contar historias. Por eso, cuando uno se encuentra con una película sencilla, rodada con pocos medios, pero que destila sensibilidad por los cuatro costados y que te hace reflexionar, uno olvida decepciones anteriores y se reconcilia con el séptimo arte.
Esto es lo que me ha sucedido hoy en Badajoz en la premiere de "¿Y ahora adónde vamos?", de la libanesa Nadine Labaki, que se estrena comercialmente en España el próximo viernes, día 2 de marzo. La iniciativa ha corrido a cargo del colectivo de profesores La Tribu 2.0., cuyo objetivo es la incorporación de la cultura audiovisual al mundo de la enseñanza.
"¿Y ahora adónde vamos?", se trata de una película sencilla, que discurre íntegramente en una pequeña aldea, en la que conviven en aparente armonía las comunidades cristiana y musulmana. El villorrio es una isla de calma en medio de un mundo convulso y de un país, Líbano, martirizado por décadas de luchas religiosas. Si se mantiene en pie es gracias al empecinamiento, esfuerzo y humanidad de las mujeres, sin distinción de credos ni condiciones sociales. Éstas, con grandes dosis de sentido común, no exento de humor, e ideas que en ocasiones rozan el surrealismo, son capaces de mantener a flote su mundo, pese a la obstinada reacción primaria de los hombres, siempre al borde del baño de sangre.
La directora Nadine Labaki, reconocida internacionalmente por su anterior trabajo "Caramel", consigue transmitir emoción y sensibilidad, sin caer en la sensiblería. Se nota su toque de mujer, ese punto que a los hombres quizás se les escapa, en la plasmación del sentimiento de pérdida por la muerte de un hijo o de un marido. Por eso las mujeres son las protagonistas, representan la fortaleza, el vínculo con la tierra y la sensatez, pero también la creatividad, la imaginación y la capacidad para asumir riesgos en la búsqueda de soluciones para sus problemas.
Por otra parte la película es un canto a la comunidad, a la convivencia entre las personas, por muy diferentes que puedan ser sus creencias, su condición económica, su nivel social, etc. Labaki nos hace reflexionar sobre lo absurdo de morir y matar por diferencias religiosas: es muchísimo más lo que nos une por el simple hecho de ser personas, que lo que nos pueda separar por creer en un dios u otro.
Todo ello aderezado por una magnífica fotografía de los paisajes áridos y semidesérticos que rodean a la aldea, una banda sonora y unas canciones que ayudan a crear el ambiente y el tono necesario en la película y unos actores suficientemente efectivos como para perfilar los rasgos psicológicos de los personajes, en especial de los femeninos. 
La verdad es que ha sido una experiencia reconfortante, que recomiendo a todos los que tengan la oportunidad de ver la película.

 

1 comentario:

Mercedes R. dijo...

En nombre de Tribu 2.0 quiero agradecerte no solo tu presencia en la sala sino este excelente comentario que tan bien refleja las razones por las que nos embarcamos en nueva aventura de unir cine y educación.
Un saludo
Mercedes