sábado, 13 de octubre de 2007
Puentes y etruscos
El regreso de las vacaciones estivales, sobre todo si han sido buenas, suele ser traumático en muchas ocasiones. Por fortuna la naturaleza es sabia o como otros suelen decir "Dios aprieta, pero no ahoga". El caso es que esos cuatro eternos meses que abarcan desde el 31 de agosto al 31 de diciembre, están convenientemente salpicados de esos agradables períodos de asueto que hemos bautizado como "puentes", en honor a esas obras de ingenería que nos permiten salvar, entre otras cosas, los cursos fluviales. Así este año 2007 tenemos el "puentecito" del Pilar, el puente del 1 de noviembre o de "los Santos" y en diciembre el de la Constitución que en sitios como en Mérida, al coincidir con Santa Eulalia, se convierte en "acueducto". Y así, en un plis plas, se nos han pasado las penas post-estivales y nos hemos plantado en las alegrías finianuales.
¿Y para que sirven nuestros puentes?. En mi caso para una de las cosas a las que estoy más dedicado en los últimos tiempos: viajar. En esta ocasión el destino ha sido Madrid. Hemos ido a visitar a Goyo y su familia, de los que ya he hablado en alguna ocasión en este espacio. Les gusta que vengamos a verles porque como dice Nines, su mujer, "les sacamos de museos". Y esta vez no ha sido menos. El destino en esta ocasión ha sido el Museo Arqueológico, en el que durante estos días está instalada una exposición temporal sobre los Etruscos.
Debo decir que las piezas que se muestran son bastante interesantes, aunque quizás se quedan un poco escasas después de haber visto las que se exponen en el Museo del Louvre y en la localidad de San Gimigniano, en la Toscana italiana, territorio etrusco por excelencia.
Al margen de ello algunos fallos de organización, que hacen que las colas se eternicen y lleguen a durar dos horas con apenas unos pocos centenares de visitantes, y una escasa contextualización de algunos elementos de la exposición, como el ámbito geográfico o la tipología de los enterramientos, escasamente explicados y de difícil comprensión para los no expertos; hacen que la visita no resulte todo lo atractiva que podría ser.
Lo mejor, como de costumbre, la oportunidad de pasar un buen rato en compañía de unos buenos amigos, disfrutando de un soleado día de otoño.
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