Por fin el día ha llegado y el reto está ahí, a la vuelta de la esquina. El año pasado no fue posible por diversas circunstancias y entonces me comprometí públicamente, a través de este blog, a subir el Tourmalet en 2009.
Ahora faltan pocas horas para que inicie el camino que me ha de llevar hasta Bagneres de Luchon, punto de partida para el reto pirenaico en el que me va a acompañar mi amigo de toda la vida Rafael Vallbona.
Reconozco que me siento un poco tenso ante el envite. Hacía años que no tenía esa sensación, inherente al ejercicio deportivo, propia de cuando estás ante uno de los momentos decisivos de una competición, aunque en este caso la única lucha es con uno mismo y con la montaña.
Finalmente será el sábado que viene, coincidiendo con el incio del Tour de Francia 2009, cuando abordemos esta etapa en los Pirineos, digna de la gran ronda gala. Por orden, iremos subiendo el col de Peyresourde, el col d'Aspin y, finalmente, la cima mítica del Tourmalet.
En la recámara, por si el cuerpo y las ganas lo permiten, nos queda Luz Ardiden. Sé que voy a sufrir y a sentir dolor, pero también imagino la sensación de euforia indescriptible cuando consiga coronar, ¡eso espero!, el puerto que vio las míticas hazañas de Bahamontes, Coppi, Merckx, Van Impe, Ruiz Cabestany, Rominger, etc.
Soy un ciclista pausado y tranquilo, como definió Rafa hace dos años en un comentario en su blog ciclista (eltourmalet.blogspot.com), con menos dedicación y tiempo del que me gustaría, pero que disfruto de estos momentos de soledad y reflexión personal encima de la bicicleta. Y si lo puedes hacer con el ánimo y la enseñanza de un amigo como Rafael Vallbona, pues mejor todavía. Y además contando en esta ocasión con la inestimable colaboración de Adriana, su mujer, que nos va a hacer de asistencia en carretera: ropa seca, pasta, líquido, bocatas, etc.
Es mi reto, y mi pequeño homenaje, a esos 50 años que ya asoman las orejas a la vuelta del próximo noviembre.
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