El pasado fin de semana he realizado un pequeño viaje relámpago a los Pirineos para ir en bicicleta con mi amigo de toda la vida, Rafael Vallbona, que una vez más ha conseguido enredarme para que me superase a mi mismo. En esta ocasión el reto se me antojaba quizás excesivamente atrevido. Llegaba tras una semana con uno de esos resfriados tontos de verano que no acaban de curarse nunca.
El caso es que una vez allí, de la mano del ánimo y del apoyo de Rafa, me puse a pedalear y fui capaz de superar los límites que hasta ese momento había tenido en esto de ir en bicicleta.
Salimos alrededor de las nueve la mañana de Puigcerdá, siguiendo el itinerario del eje transpirenaico que nos condujo hasta La Seu d’Urgell.
Desde allí, pero en especial desde Andorra la Vella, todo era subida hasta la cima del Port d’Envalira que, con sus 2.408 metros de altitud, es la carretera abierta al tráfico más alta de todos los Pirineos.
Lo peor no fue tanto la dureza de la propia ascensión, que no tiene rampas tan fuertes como las de La Covatilla, como el cansancio mental que supone saber que estás subiendo de forma ininterrumpida durante 27 kilómetros.
Por supuesto, íbamos parando de tanto en tanto para hidratarnos, tomar alguna barrita energética o tomarnos un bocadillo a la altura de la estación de esquí de Soldeu.
En cualquier caso, una vez conseguida la cima, la cosa ya fue más sencilla. Descenso hasta el Pas de la Casa, entrada en territorio francés, subida al Port de Puymorens y nuevo descenso, siguiendo el curso del río Carol, hasta Bourg-Madame y llegada a Puigcerdá alrededor de las 6 de la tarde.
En total 139 kilómetros, una distancia que nunca había recorrido en una sola jornada.
La satisfacción que uno siente en estos casos es realmente enorme, tanto como el agradecimiento que se tiene hacia aquellos, como Rafa, que te ayudan y apoyan para que no te venza el desánimo y no dejes llevar ante la primera dificultad.Si todo ello se une a un tiempo espléndido, no excesivamente caluroso, un paisaje exuberante y una agradable conversación con un gran amigo alrededor de una buena mesa, podemos calificar el fin de semana de extraordinario, si no hubiera sido porque al final tuvo que llegar Clickair, la compañía de bajo coste impulsada por Iberia, y fastidiar la fiesta con sus retrasos e informalidades. Pero como se suele decir, esa es otra historia.
El caso es que una vez allí, de la mano del ánimo y del apoyo de Rafa, me puse a pedalear y fui capaz de superar los límites que hasta ese momento había tenido en esto de ir en bicicleta.
Salimos alrededor de las nueve la mañana de Puigcerdá, siguiendo el itinerario del eje transpirenaico que nos condujo hasta La Seu d’Urgell.
Desde allí, pero en especial desde Andorra la Vella, todo era subida hasta la cima del Port d’Envalira que, con sus 2.408 metros de altitud, es la carretera abierta al tráfico más alta de todos los Pirineos.
Lo peor no fue tanto la dureza de la propia ascensión, que no tiene rampas tan fuertes como las de La Covatilla, como el cansancio mental que supone saber que estás subiendo de forma ininterrumpida durante 27 kilómetros.
Por supuesto, íbamos parando de tanto en tanto para hidratarnos, tomar alguna barrita energética o tomarnos un bocadillo a la altura de la estación de esquí de Soldeu.
En cualquier caso, una vez conseguida la cima, la cosa ya fue más sencilla. Descenso hasta el Pas de la Casa, entrada en territorio francés, subida al Port de Puymorens y nuevo descenso, siguiendo el curso del río Carol, hasta Bourg-Madame y llegada a Puigcerdá alrededor de las 6 de la tarde.
En total 139 kilómetros, una distancia que nunca había recorrido en una sola jornada.
La satisfacción que uno siente en estos casos es realmente enorme, tanto como el agradecimiento que se tiene hacia aquellos, como Rafa, que te ayudan y apoyan para que no te venza el desánimo y no dejes llevar ante la primera dificultad.Si todo ello se une a un tiempo espléndido, no excesivamente caluroso, un paisaje exuberante y una agradable conversación con un gran amigo alrededor de una buena mesa, podemos calificar el fin de semana de extraordinario, si no hubiera sido porque al final tuvo que llegar Clickair, la compañía de bajo coste impulsada por Iberia, y fastidiar la fiesta con sus retrasos e informalidades. Pero como se suele decir, esa es otra historia.
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